Leyendas

LA LEYENDA DEL HOMBRE CAIMAN

En el pueblo del Plato (Magdalena) existe la leyenda del Hombre Caimán, y a su alrededor la fiesta que se hace en su nombre en el llamado Festival del Hombre Caimán, y una plaza y monumento en su homenaje, que son patrimonio cultural de la ciudad.

Antes que caimán, Saúl Montenegro fue un pescador casi analfabeta con una merecidísima fama de mujeriego pues en su lista figuran más de veinte damas que vivieron con él.

En las fiestas de la patrona de Plato, la Virgen de la Inmaculada Concepción, celebradas del 8 al 15 de diciembre, Montenegro se lucía manteando toros en las corridas, con la misma valentía con que cazaba caimanes cogiéndolos por la mandíbula para finalmente desnucarlos.

Saúl Montenegro creía en supersticiones tales como que los huevos de caimán aumentaban el tamaño de sus genitales. Su mayor fascinación era ver a escondidas las partes íntimas de las jovencitas que se bañaban en el “Caño de las Mujeres” del río Magdalena pero debía hacerlo a escondidas por la prohibición de la ley a los hombres en visitar ese lugar, y fue con el propósito de moverse entre ellas a sus anchas y sin que el diente de oro que tenía lo delatase con su brillo cuando se escondía entre los arbustos, que el pescador deseó convertirse en caimán. Viajó a la Guajira en donde un piache o chamán le preparó un bebedizo mágico, que echó en dos botellas, el líquido rojo para convertirse en caimán; y el líquido blanco para que lo volviera a su estado normal.

Un amigo de tragos fue su cómplice y siempre estuvo atento para rociarle el líquido blanco, que lo convertía de nuevo en ser humano.

Un día su amigo no lo pudo acompañar, por cual invitó a otro, quien se asustó cuando vio emerger al pescador Saúl en forma de caimán. Del susto dejó soltar la botella con el líquido blanco sobre las piedras. Sin embargo, unas pocas gotas cayeron sobre la cara, haciéndole recuperar únicamente la cabeza, por lo cual el resto del cuerpo quedó convertido para siempre en caimán.

Con la cabeza de hombre y el cuerpo de caimán, el pescador Saúl se convirtió en el más macabro terror para las mujeres del Plato, que no volvieron a bañarse en el río, por el temor de encontrarse con el hombre caimán. Por ello para llegar a alcanzar de nuevo la tranquilidad del pueblo del Plato, los pescadores se propusieron cazarlo en los pantanos o pescarlo en el río Magdalena.

La única persona que sabía la tragedia era su madre, quien le colocaba alimentos en determinados lugares, y en algunas ocasiones hablaba con él, quien le pidió insistentemente que buscar al indio piache o brujo en la Alta Guajira, para que de nuevo le preparara la botella del líquido blanco. Ella fue al lugar indicado, pero con gran sorpresa tuvo conocimientos de la muerte del brujo piache; y a pesar de sus contactos con otros piaches, ninguno pudo hacer el líquido blanco. Desesperada ante ello, la madre del Hombre Caimán murió con gran tristeza.

Saúl, «El Hombre Caimán» se abatió tanto por haberse quedado solo con la funesta tragedia, que decidió partir hacia el mar por el río Magdalena y Bocas de Ceniza. Desde entonces los pescadores del Bajo Magdalena, desde Plato hasta el mar, estuvieron pendientes para pescarlo en el río o cazarlo en los pantanos de las riberas. Así se convirtió en una leyenda que se ha trasmitido de generación entre los habitantes del Plato.

Historia original de:
Virgilio Difilipo